Mi vida a través de los libros
En mi casa se ha leído y se lee cada
día. Tal vez, venga de ahí mi afición a la lectura: de las tardes en las que
íbamos a la biblioteca a coger libros, de los cuentos de mis padres y de las
recomendaciones de libros que me hacía mi hermano o los “robos” de los mismos
que le hacía yo a él.
No recuerdo cuando comencé a leer,
pero mi madre siempre me cuenta que me sabía de memoria el libro de Mulán,
incluso antes de aprender a leer, de tantas veces que le obligaba a que me lo
leyera. Cuando venían visitas, cogía el libro y hacía un pequeño teatro para que
pensaran que ya sabía leer. Bendita inocencia.
Los primeros libros que recuerdo
leer “de verdad” eran unos que no tenían a penas letras y cuyos protagonistas
eran tres hermanos (dos niños y una niña con lazo rosa, que era la que más me
gustaba) que no paraban de vivir aventuras con solo 4 o 5 años. No me acuerdo
del nombre de esa colección de libritos, pero la imagen está nítida en mi
cabeza.
El otro día, en la biblioteca de la
Facultad de Educación, encontré por casualidad un libro de lecturas titulado
Borja y Pancete. Mi mente dio un salto hacia mi infancia y recordé que lo había
leído. Pero ni siquiera me acordaba de él. Es una pena cómo los recuerdos se
esfuman de nuestro cerebro a medida que pasa el tiempo.
Después llegaron a mis manos muchos
libros más; ¿Quién tiene miedo a la
tormenta?; Días de Reyes Magos; Palabras de Caramelo; o la colección de Kika Superbruja. De estos me gustaban
mucho los trucos que venían al final del libro.
Durante la época de Secundaria, mis
lecturas se redujeron a las que mandaban en el Instituto, que me parecían
suficientes. Otra vez, la ignorancia, pero en este caso, no sé si bendita. Algunos
de los libros que más me gustaron de esta etapa fueron Fi de culs a Mallolca, Lúltima
faena de Senyor Luna, El valle de los
lobos y Drácula, que me abrió la
puerta para, más adelante leer la saga Crepúsculo.
Cuando hice Bachillerato, el libro que más me gustó fue La casa de los Espíritus, de Isabel Allende.
Durante el verano en el que iba a
pasar a la Universidad, leí el libro que más me ha marcado durante toda mi vida
y que, a día de hoy, sigue siendo mi favorito. Además, me devolvió las ganas de
leer que parece que se esfuman durante la adolescencia. La sombra del viento
fue el primer libro “de mayores” que leí y que tuve la sensación de comprender
a la perfección, pese a sus giros temporales y cantidad de personajes. Se me
ponían los pelos de punta cada vez que se resolvía el más mínimo misterio
durante la novela. Además, me ayudó a descubrir que las historias de amor no
eran lo mío, sino las de intriga.
Por último, y durante la carrera he
leído muchos libros que me han recomendado o que tenía que ver con el temario
de las asignaturas. El que más me gustó fue Los
pazos de Ulloa, de Emilia Pardo Bazán. Y el que más me impactó o influyó en
mí fue La tía Tula, de Miguel de
Unamuno. Tanto es así, que tengo un tatuaje con una frase de esa novela: “siento
demasiado para poder pensar”.
Para acabar, he de decir que ojalá
recordará todos y cada uno de los libros que he leído porque seguro que han
dejado huella en mí de una manera u otra. Los que he relatado en estas líneas
son solo algunos o los más importantes, no lo sé bien. También me gustaría
destacar que, gracias a mis profesores (de todas las etapas) he descubierto
libros que, de otro modo, no hubiera leído y no me hubieran fascinado. Con lo
cual, como docentes, debemos inculcar o fomentar ese amor por la literatura. Ya
que, puede que no se nazca con esa afición, pero, si se trabaja un poco, puede
abrir puertas maravillosas.
María López Pinedo
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