Práctica 8: la educación en 2030
Érase una vez un estudiante que en el año 2000 decidió entrar a la Universidad a cursar la licenciatura de Filología Hispánica para ser lo que pensó siempre que quería ser, profesor. Sacó su carrera en más años de los que tocaba, impartió clases particulares durante meses, pero no le daba para pagar sus gastos y terminó trabajando en otras cosas durante mucho tiempo. Años después hizo un máster de profesorado de secundaria de un año más de duración y otro curso después de Capacitació de Valencià para poder opositar y encontrar un puesto de trabajo fiable en un IES público de su comunidad. Sacó su plaza y empezó a trabajar como profesor en secundaria. Explicaba sus temas, inventaba ejercicios, a veces utilizaba los del libro, otras no, en ocasiones lo seguía, en otras no, buscaba material externo... textos de otros libros, de periódicos y/o revistas, aconsejaba películas relacionadas con la literatura, …en fin, se ayudaba de lo que podía. La tecnología fue avanzando y el profesor debía “renovarse o morir” y empezó a realizar powerpoints para hacer más atractivas sus explicaciones, comenzó a plantear actividades online, a buscar y vídeos (slideshare) que compartir en clase, a comunicarse con sus alumnos y los padres de estos por mail, whatsapp ¡e incluso facebook! a colgar material en dropbox, a utilizar moodle, etc. ¡Pero la tecnología no paró! Siguieron pasando los años, y sobre el 2015 se empezaron incluso a impartir clases online; se puso en práctica que los alumnos recibieran las clases teóricas por vídeo desde casa y que a clase se acudiera a realizar alguna actividad práctica, a resolver dudas y ese tipo de cosas, lo que, con el tiempo, también se resolvía online menguando así las horas de trabajo del profesor y por tanto su sueldo. Desaparecieron los exámenes como modo de evaluar y poco a poco… el pobre profesor, al que tanto costó sacar su carrera y su plaza opositando para tener un trabajo fijo, estable y seguro, se fue quedando como un mero guía o espectador del aprendizaje de los alumnos. En el 2025 salieron unos chips que se insertaban en sus cerebros, y, como en un ordenador, disco duro o usb más, se podía introducir cualquier información y buscarla cuando quisieras tenerla a mano. Ayyyy… ¿qué fue de aquel profesor que en el 2000 empezaba ilusionado su carrera? ¿debío haber escogido ciencias en el instituto?, ¿informática como carrera?, ahora, 2030, se sienta en una consulta para que le implanten ese chip... para saber de esas cosas que nunca estudió y que por no renovarse… le hacen “morir”.
Érase una vez un estudiante que en el año 2000 decidió entrar a la Universidad a cursar la licenciatura de Filología Hispánica para ser lo que pensó siempre que quería ser, profesor. Sacó su carrera en más años de los que tocaba, impartió clases particulares durante meses, pero no le daba para pagar sus gastos y terminó trabajando en otras cosas durante mucho tiempo. Años después hizo un máster de profesorado de secundaria de un año más de duración y otro curso después de Capacitació de Valencià para poder opositar y encontrar un puesto de trabajo fiable en un IES público de su comunidad. Sacó su plaza y empezó a trabajar como profesor en secundaria. Explicaba sus temas, inventaba ejercicios, a veces utilizaba los del libro, otras no, en ocasiones lo seguía, en otras no, buscaba material externo... textos de otros libros, de periódicos y/o revistas, aconsejaba películas relacionadas con la literatura, …en fin, se ayudaba de lo que podía. La tecnología fue avanzando y el profesor debía “renovarse o morir” y empezó a realizar powerpoints para hacer más atractivas sus explicaciones, comenzó a plantear actividades online, a buscar y vídeos (slideshare) que compartir en clase, a comunicarse con sus alumnos y los padres de estos por mail, whatsapp ¡e incluso facebook! a colgar material en dropbox, a utilizar moodle, etc. ¡Pero la tecnología no paró! Siguieron pasando los años, y sobre el 2015 se empezaron incluso a impartir clases online; se puso en práctica que los alumnos recibieran las clases teóricas por vídeo desde casa y que a clase se acudiera a realizar alguna actividad práctica, a resolver dudas y ese tipo de cosas, lo que, con el tiempo, también se resolvía online menguando así las horas de trabajo del profesor y por tanto su sueldo. Desaparecieron los exámenes como modo de evaluar y poco a poco… el pobre profesor, al que tanto costó sacar su carrera y su plaza opositando para tener un trabajo fijo, estable y seguro, se fue quedando como un mero guía o espectador del aprendizaje de los alumnos. En el 2025 salieron unos chips que se insertaban en sus cerebros, y, como en un ordenador, disco duro o usb más, se podía introducir cualquier información y buscarla cuando quisieras tenerla a mano. Ayyyy… ¿qué fue de aquel profesor que en el 2000 empezaba ilusionado su carrera? ¿debío haber escogido ciencias en el instituto?, ¿informática como carrera?, ahora, 2030, se sienta en una consulta para que le implanten ese chip... para saber de esas cosas que nunca estudió y que por no renovarse… le hacen “morir”.
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